martes, 15 de junio de 2010

CAPITULO 2: Because You Are Mine



Trankilas,todo a su tiempo.....

Llevó a Vanessa hasta un banco de piedra y se sentó con ella, presionando el costado de la chica con su cuerpo fofo. Vanessa aguardó sin decir palabra aunque, al final, su mirada se encontró con la del viejo. Black son¬rió como si fuera un tío indulgente que conversa con su traviesa sobrina.

—Lo tengo en el bolsillo —murmuró, indicando el lado derecho de la chaqueta de lana marrón—. ¿Por qué no lo saca usted misma, como la inteligente gatita que es?
Nunca le había hablado así antes, pues en los anteriores encuentros siempre habían estado convenientemente acompañados.
—Aprecio su amabilidad, pero no es necesario que me regale nada, milord —contestó Vanessa, y juntó las manos con fuerza, entrelazando los dedos.
—Insisto. —Movió el bolsillo de la chaqueta hacia ella—. Busque su regalo, Vanessa.
Con rigidez, metió la mano en el bolsillo hasta que dio con un aro diminuto. Cuando sacó el objeto y lo contempló, su corazón empezó a golpear en su pecho con un ritmo endiablado. Se trataba de un pequeño anillo de oro blanco y un diamante precioso que ocupaba el centro del encastre.
Black cogió el anillo y se lo puso en el dedo a su prometida. Como le quedaba demasiado grande, Vanessa tuvo que cerrar el puño para evitar que se le cayera.
—Ahora, cielito, ya puedes agradecérmelo.
La rodeó con sus pesados brazos, apretándola con fuerza contra su pe¬cho fornido. Desprendía un olor hediondo y rancio, similar al de las piezas de caza que, para su maduración, pasan demasiado tiempo colgadas.
Vanessa tomó aire con reprimida amargura.
—¿Por qué se dirige a mí como «cielito» o «gatita»? —preguntó con voz trémula y desafiante—. No me gusta que se me llame asi… mi nombre es Vanessa.
Antes de contestar, Black aumentó la presión de su abrazo.
—Sabía que antes o después intentaría desafiarme... Pero a mi edad, ya me sé todos los trucos. He aquí la recompensa a su impertinencia, mi díscola gatita.
Black apretó sus fofos labios contra los de su prometida, sellando con brutalidad la boca de la joven con el primer beso que recibía. Los brazos de Black, como aros de un tonel, se cerraron alrededor de Vanessa, que se mantuvo inmóvil y silenciosa, estremecida por el asco, haciendo acopio de toda su fortaleza para soportar aquel contacto sin gritar o llorar.
—Encontrará que soy un tipo muy viril —afirmó Black entre jadeos, al tiempo que mostraba su orgullo por la conquista—. No soy de los que se andan con poesías o alientan los ridículos deseos de las mujeres. Hago lo que me place, y verás como acabará gustándole en sobremanera. —Con la mano regordeta acarició la mejilla, morena y tensa, de su prometida—. Muñequita —musitó—. Jamás he visto un color de ojos como el suyo... Igual que el chocolate. —Enroscó los dedos en un mechón suelto del cabello negro de Vanessa y lo frotó repetidamente—. ¡Cómo ansio que llegue el día en que sea mía!
Vanessa apretó los dientes para evitar que le temblaran las mandíbulas. Quería gritarle, decirle que jamás le pertenecería, pero el sentido del deber y la responsabilidad que le habían enseñado sus padres debido a su anticuada forma de ver la vida, la hicieron callar.
Black debió de notar el involuntario escalofrío.
—Te vas a resfriar —dijo en un tono que bien podría haber utilizado para dirigirse a un niño pequeño—. ¡Vamos! Entremos.
Aliviada, se levantó con presteza y se dirigió con él hacia el salón.
En cuanto lord y lady Hudgens vieron el anillo en el dedo de Vanessa prorrumpieron en risas y felicitaciones.
Vanessa, con una sonrisa leve y gélida, contempló cómo su padre hacía pasar a lord Black a la biblioteca para celebrarlo con una copa. Tan pronto como se cercioró de que no podían oírlas, se arrancó el anillo de la mano y lo tiró a la alfombra.


—¡Vanessa —exclamó Gina—, recógelo inmediatamente! No toleraré semejante pataleta de niña pequeña. De ahora en adelante, llevarás siempre el anillo... Y te sentirás orgullosa de portarlo.
—No me sirve —contestó Vanessa con frialdad. El mero recuerdo de la sensación provocada por el húmedo beso de Black le llevó a restregarse la cara con la manga de su sweter hasta que los labios y la barbilla enrojecieron—. No me casaré con él, mamá. Antes me suicido.
—No dramatices, Vanessa. —Gina se agachó y recogió el anillo, sosteniéndolo como si su valor fuera incalculable—. Espero que el matri¬monio con un hombre tan serio y prosaico como lord Black acabe con tus groseros arrebatos.
—Prosaico —musitó Vanessa sonriendo con amargura. No acababa de creerse que su madre pudiera resumir todas las repulsivas cualidades de Black con una palabra tan trivial—.
Por una vez se sintió aliviada de volver al internado, donde, a excepción del profesor de baile que iba una vez por semana, no encontraría hombre alguno. Vanessa recorrió el estrecho pasillo con una caja que contenía ropa en la mano; el resto de las pertenencias se lo subirían más tarde. Al llegar a la habitación que compartía con su mejor amiga, Monique Coleman, se encontró con una pequeña sorpresa...

No kiero fantasmas!!!

2 comentarios:

  1. esta genial tu nove
    la adoro
    o.O
    ke encontro
    agh me da asco el lord black
    xD
    bueno me voe cdt tkm
    pasate por las mias!

    ResponderEliminar
  2. uuu siguela
    esta super cool
    me encanto
    siguela
    siguela
    esta genial
    bye

    ResponderEliminar