domingo, 3 de octubre de 2010

CAPITULO 24: Because You Are Mine

Hola,aki le sigo.....

—Señor Efron —dijo la morena….—, he pensado que podría ayudarle con su correspondencia.
—Al leer la falta de respuesta en su cara, añadió esperanzada—: Tengo muy buena caligrafía.—
Zac tardó una eternidad en responder. Contempló la pila de cartas sin contestar y luego volvió su mirada hacia ella. Muy despacio, y después de retirar unos cuantos libros que estaban apilados encima, acercó una silla.
—¿Por qué no? —masculló. Vanessa sonrio triunfante. Ella se sentó, cogió pluma y papel y se situó en la esquina de la mesa para escribir. El señor Efron extrajo una hoja de notas de encima del montón y la leyó en silencio mientras se tiraba de un mechón del flequillo. Vanessa nunca había visto a un hombre con un pelo tan hermoso; debía de haber muchas mujeres a quienes les gustaría acariciar aquellos alborotados rizos dorados. Disfrutando con aire culpable de la novedad de estar a solas con él, Vanessa continuó con su discreta inspección. La tensión de las largas piernas de Zac se hacía patente bajo los pantalones grises y evidenciaba unos músculos largos y en forma. Muchos de los papeles que interpretaba exigían grandes aptitudes atléticas; la intensidad de las escenas de lucha y esgrima que representaba noche tras noche le mantenían en una condición física extraordinaria.
—La carta va dirigida a monsieur Jaques Daumier, rué des Beaux Arts, París.—
Para sorpresa de Vanessa, Efron empezó a dictarle en francés, y se dio cuenta de que la estaba probando para ver si realmente dominaba el idioma. Desafiandolo ella comenzó a escribir con rapidez.
—Perdon, señor —le interrumpió Vanessa en mitad de una oración—, pero creo que este verbo debería ir conjugado en pretérito indefinido de subjuntivo...--
—Déjelo así..—Vanessa frunció el ceño.
—Señor Efron, estoy segura de que usted sabe lo estrictos que son con su idioma los franceses—
—Estoy seguro de que sé muchísimas más cosas acerca de los franceses que usted y conjugaré el maldito verbo como se me cante.—
—Muy bien —Vanessa inclinó la cabeza sobre el papel—, pero está equivocado —murmuró.—
De repente, Zac sintió que su enfado dejaba paso a un incontenible acceso de risa, y se vio obligado a realizar un serio esfuerzo para reprimir la carcajada que afloraba a su garganta. Nadie se había atrevido a hablarle así jamás, sólo Ashley le hablaba de igual a igual.
—Entonces, cámbielo —dijo, y siguió dictando antes de que la chica pudiera reaccionar. Cuando terminó la carta, estaba seguro de que a Vanessa tenía que dolerle la mano, pero en ningún momento le había pedido que dictara mas despacio. Pasaron a la siguiente carta, que iba dirigida al director de una compañía de seguros. En la misma, Zac comunicaba su intención de constituir un fondo, tanto para ayudar a los actores jubilados como para socorrer a sus viudas y huérfanos.
—Es muy generoso por su parte —manifestó Vanessa al terminar la carta—. Me temo que la mayoría de los directores de teatro no se preocupa por el bienestar de sus antiguos empleados.
—No es generosidad —contestó—, sólo una manera de atraer y retener en el Capital a los mejores actores. Cuanta más calidad tengan mis producciones, más dinero recaudo.
—Entonces, ¿el único motivo es el beneficio?—
—Exactamente.
—No lo creo, señor Efron. Usted es muy bueno... sólo que no quiere que nadie piense semejante cosa.
—¿Por qué piensa eso, señorita Montez? —contestó con una sonrisa.Vanessa le miró a los ojos sin pestañear.
—No me ha despedido, aun cuando estaba perfectamente justificado que lo hiciera. Ahora, al parecer está disponiéndolo todo para cuidar de sus empleados cuando sean demasiado viejos para trabajar. Son acciones pro¬pias de un hombre bueno.
—Señorita Montez... —Movió la cabeza como si fuera incapaz de abarcar la inmensa ingenuidad de Vanessa—. Nunca he hecho nada bueno. ¡Dios mío! Es increíble que haya llegado tan lejos sin sufrir daño alguno. No sabe nada de lo que he hecho en el pasado, o de lo que soy capaz de hacer. Por su propio bien, no confíe en nadie... incluido yo.
—¿Qué podría temer de usted?—
Con los puños cerrados, las enormes manos de Efron se posaron sobre el escritorio. Al mirar a Vanessa, sus ojos azules adquirieron una tonalidad violácea. Un silencio pesado inundó el despacho, mientras los latidos del corazón de la muchacha alcanzaban un ritmo alarmante.
—Dejaremos que lo averigüe usted misma —dijo con suavidad.
Con cada palabra que decía, Zachary Efron iba desvaneciendo las fantasías infantiles de Vanessa. Era un hombre de carne y hueso, lleno de defectos, y si conseguía acostarse con él, la experiencia podría cambiarla para siempre, emocional y físicamente. Al pensarlo, una oleada de inquietud recorrió su cuerpo.
Vanessa dejó de mirarlo a los ojos y posó la mirada en su regazo hasta oír la risa sorda
de Zac.
—Esto es todo por ahora —dijo el actor.
—¿Vuelvo mañana? —preguntó.
Transcurrió un largo silencio, durante el cual Zac, con el ceño fruncido, contempló la abarrotada mesa.
Con la ayuda de Vanessa podría limpiar la mesa en la mitad de tiempo que emplearía si lo hiciera solo; quizá no sería tan malo tenerla trabajando en el despacho una hora o dos al día. Sólo que... se había dado cuenta, no sin sorpresa, que estar sentado tan cerca de ella le hacia sentir... incómodo. Excitado. Frunció el ceño, cambió de posición y la observó detenidamente con los ojos entrecerrados.La muchacha era demasiado joven e inocente; y él no era aficionado a violar vírgenes, por muy tentadoras que pudieran resultar. Y pese a sus esfuerzos por ignorarla, Vanessa, con esa frescura y calidez desconocidas para él hasta entonces, era tentadora. Sintio un incrieble anhelo de rozarle la nuca con los dedos, pero se contuvo. Turbado, señaló la puerta con impaciencia.
—Sí, vuelva por la mañana —susurró.
—Que tenga usted un buen día, señor Efron —saludó Vanessa con una sonrisa.
Zac, sentado en la silla, se quedó mirando el umbral vacío de la puerta, escuchando cómo los pasos de Vanessa se apagaban gradualmente. La palpitante e impaciente calidez que sentía en la entrepierna se fue desvaneciendo poco a poco, y pensó que había pasado mucho tiempo desde la última vez que estuvo con una mujer. Meses. Sus muchas ocupaciones le habían impedido buscar una sustituta para su última amante, y ninguna había despertado su interés... Hasta ahora….