domingo, 5 de junio de 2011

CAPITULO 37:Because You Are Mine


—Casi hemos llegado —dijo Vanessa, confiando desesperadamente en que Zac no se derrumbara....
Llegaron a la entrada trasera y salieron. Un viento atravesó las mangas del vestido de Vanessa y entumeció sus mejillas. Un segundo chofer abrió la puerta de un auto negro.El chofer miró inquisitivo a Vanessa.
La joven dudó, y observó durante un segundo con deseo el lujoso vehículo. No tenía derecho a marcharse con Efron. Aun así, había una posibilidad de que pudiera necesitarla para algo...
Antes de que pudiera cambiar de parecer, se abalanzó al interior del coche. Agradecida por librarse de la gélida temperatura, se acomodó en un mullido asiento de cuero negro. El chofer, resoplando a causa del esfuerzo, subió a Efron y lo colocó junto a Nessa. El actor, con la faz lívida y los párpados cerrados, se desplomó contra una esquina. El abrigo se le había caído de los hombros y Vanessa tiró de la prenda y se la ciñó al cuello. Tras otra profunda inspiración, Zac volvió a toser con fuerza. El automovil se puso en marcha, avanzando con suavidad y ligereza. Volvió la mirada a Efron que, grande y vulnerable al mismo tiempo, parecía un león abatido. Una sacudida del auto le arrancó un gemido. Automáticamente Vanessa se acercó y le puso la mano fría en la frente. El contacto pareció otorgarle un instante de lucidez. Abrió los ojos amoratados, en ese momento apenas un par de hendiduras de un asombroso azul.
—N-Nessa —dijo, apretando los dientes para evitar que le castañetearan.
—¿Sí, Zachary? —Subió la mano hasta, la mejilla de Zac y, con suavidad, tocó la piel seca a la que la barba incipiente confería un tacto áspero.
—No deberías... haberme acompañado
—Lo siento. —Retiró la mano—. Sé que es muy celoso de su intimidad. Señor, no tiene de qué preocuparse, no me quedaré mucho tiempo. Sólo quería asegurarme de que está bien.
—N-no es eso lo que... —Una sucesión de escalofríos le obligó a apretar los dientes—. Te pondrás enferma —dijo con claridad.
Vanessa lo miró sorprendida. ¿Cuántas personas en ese estado se habrían preocupado por su salud? Impresionada por la inesperada galantería, sonrió.
—Me encuentro muy bien,Zac.—
Sin fuerzas para discutir, Efron cerró los ojos y apoyó la cabeza en el respaldo del asiento. La sonrisa de Vanessa se esfumó e intentó recordar qué hacía su niñera siempre que ella y sus hermanas estaban enfermas... Las mantenía abrigadas, si eso hacían siempre. Para comer, caldo y contra la tos, jarabe .Más allá de esto, los conocimientos médicos de Vanessa brillaban tristemente por su ausencia. Sintiéndose inútil, suspiró.
Cuando el coche aminoró la marcha y se detuvo, uno de los choferes saltó del auto y echó a correr. Tras alcanzar la puerta frontal, llamó con fuerza. Se abrió una de las puertas y, a partir de ahí, todo fue actividad y confusión. Un muchacho con chaqueta gruesa y gorra se acercó para ayudar al señor Efron y, medio a rastras, medio en volandas, lo saco del vehículo. Metiendo cada uno un hombro bajo los brazos del actor, lo introdujeron en la mansión, y Vanessa los siguió. Al entrar allí de una manera que Efron jamás le habría permitido en caso de encontrarse sano, tuvo la sensación de estar pisando una tierra prohibida.
El recibidor se abría a una sala principal, donde un ama de llaves con aspecto de matrona daba órdenes a un ejército de doncellas. «Traegan paños de lino limpios y agua —decía con voz autoritaria—. Tilda, trae mi maletín de las medicinas. Gwyn, el bote de las sanguijuelas. Puede que el doctor quiera utilizarlas cuando venga.»
Un mayordomo de pelo canoso estaba igualmente ocupado impartiendo instrucciones a los criados, ordenándoles que trajeran botellas de brandy y whisky y que ayudaran al ayuda de cámara a meter a Efron en la cama. Vanessa se hizo a un lado, observando impotente cómo subían a Efron por una escalera doble en forma de herradura hecha de mármol gris y blanco.
El ama de llaves no tardó en advertir la presencia de Vanessa y se presentó como la señora Beecham.
—Tenga la amabilidad de disculparnos, señorita...
—Montez
—Señorita Montez —repitió el ama de llaves—. Me temo que estamos bastante ocupados en este momento. Se trata de una situación inusitada.
—Lo entiendo.
La mirada del ama de llaves recorrió a Vanessa de arriba abajo. Era evidente que intentaba decidir quién era y el grado exacto de amistad que la ligaba al señor Efron, aunque se abstuvo de preguntar.
—Ha sido muy amable de su parte por acompañar al señor Efron desde el teatro —observó la mujer.
Vanessa miró en la dirección por la que se lo habían llevado.
—Sólo espero que esté en las debidas condiciones.
—Se le está acomodando lo mejor posible hasta que llegue el doctor. ¿Le gustaría esperar en el salón de la planta baja?
—Sí, gracias...
La señora Beecham la condujo a una espaciosa sala decorada en discretos tonos oro y ciruela.Entre los dos ventanales, que discurrían desde el suelo al techo, y encima de una larga mesa, se desplegaban varias figuritas orientales.Al advertir el interés de Vanessa por una pequeña estatua japonesa, que representaba a un anciano barbado sosteniendo un cayado de oro, el ama de llaves sonrió con un deje irónico.
—El dios de la suerte, según el señor Efron. No podría ni empezar a deletrear su nombre. Tiene otras en su colección. Todas son cosas de paganos.
—Me gusta ésta —aseguró Vanessa, tocando la barba del hombrecillo con la punta del dedo—. Sólo espero que haga honor a su reputación y traiga buena suerte al señor Efron.
—Hay quien diría que el señor Efron ya ha disfrutado de más suerte de la que le corresponde —observó la señora Beecham, dirigiéndose hacia la puerta del salón.
Abandonada a sus propios recursos, Vanessa se acercó hasta la ventana y se quedó mirando una hilera de setos podados con diferentes formas y una fuente de mármol que había en el jardín. Vanessa recorrió el salón con la mirada y reparo en una caja de madera que había encima de la mesa más cercana a ella, la tomó en sus manos llena de curiosidad. El interior estaba forrado en plata y la tapa tenía labrada una medalla con la efigie de Shakespeare. En la base había la siguiente inscripción: «Obsequio para el señor Zachary Efron de la Stratford Corporation.»
Una voz interrumpió sus cavilaciones, y cuando levantó la cabeza vio a un par de doncellas que traían una bandeja con el té.
—La caja fue tallada con madera de la morera de Shakespeare —le informó con orgullo una de las doncellas—. Al patrón siempre le están dando premios y cosas parecidas debido a todas esas funciones benéficas y obras de caridad.—Vanessa sonrió al percatarse de que, sin duda alguna, parecía que Efron gozaba de la admiración y el afecto de sus sirvientes.
La criada dejó la bandeja en una mesa baja.
—La señora Beecham ha dicho que si desea algo nos llame a una de nosotras.
—Gracias, no necesitaré nada. La salud del señor Efron es lo único que me importa.
—El doctor Brooke llegará enseguida, y lo pondrá como nuevo otra vez.
—Eso espero —contestó Vanessa. Tomó una taza de porcelana china vacía y empezó a juguetear con la delicada taza. Miró hacia la puerta, preguntándose cuándo llegaría el doctor y cuánto tardaría en pronunciar un diagnóstico sobre el estado de Efron.
Las criadas abandonaron el salón y, tan pronto como atravesaron el umbral, se pusieron a cuchichear entre sí. Sin poderlo evitar, Vanessa escuchó un fragmento de la conversación.
—¿Crees que es la última?
—iJa!
—Es bastante bonita
—Sí, pero sólo es una cualquiera... No es su tipo en absoluto.—
Vanessa frunció el ceño y dejó la taza vacía, se levantó de la silla y paseó por la estancia. Impaciente, decidió averiguar donde se encontraba Zachary....

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Ok,ok tal vez digan porque no he publicado como lo dije,bueno las cosas no estan saliendo de acuerdo al plan,resulta que reprobe una materia y he estado rogandole al maestro que me de un trabajo extra y no quiere,bueno eso y que estamos montando otra obra de teatro y soy el principal y tambien voy algo mal en la escuela asi que me hice un tiempesito y les publique,pero les prometo que cuando todo esto acabe tratare de publicar mas seguido,ok,bueno bye bye se cuidan mis niñas