martes, 31 de enero de 2012

Lo siento!!! Retiro temporal

Chicas dejare esto de blogger y las web novelas por un tiempo,es algo extraño para mi también ya que llevo años leyendo novelas y estando en blogger pero no lo se,hay cosas qu tengo que hacer y otras cosas que captaron mi atención y quiero centrame en ello,algun dia volvere, regresare cuando tenga mas ganas y considere yo el mejor momento,y alomejor con una nueva novela con la que estare trabajando o espero trabajar asi que esto es un receso sin regreso por ahora pero volvere algun dia lo prometo
Sin mas me despido espero y entiendan

Kary

miércoles, 12 de octubre de 2011

Capitulo 40




Acorralada, Vanessa le clavó la mirada. Sintió un nudo en la garganta y el vago dolor de la noche anterior volvió a instalarse en su pecho.….
—Bueno, no hay necesidad de discutirlo —dijo la señora Beecham, aparentemente conmovida por algo que apreció en el rostro de Vanessa—. Sus razones para estar aquí no son de mi incumbencia. Puede quedarse el tiempo que quiera... hasta que el señor Efron diga otra cosa.
Vanessa asintió con la cabeza y se sentó, aunque antes de acomodarse tanteó los bordes de la silla.
—Lleva tiempo sin comer —oyó que comentaba el ama de llaves—. Haré que suban unas sopas. Quizá, con paciencia, logre que coma algo.
Vanessa se enteró sólo a medias de la marcha de la mujer. Se quedó mirando el perfil del durmiente. Esa mañana había una leve barba en la cara, que le confería el aspecto curtido de un capitán de barco o de un salteador de caminos.
Apretó una de sus grandes manos entre las suyas y acarició el dorso suave hasta llegar a los pelos de la muñeca. Zac tenía una mano fuerte y bien cuidada; las uñas, cortas y pulidas, eran de una suavidad aterciopelada. No había anillos en los dedos, tan sólo las marcas blancas de cortes y cicatrices. Vanessa recordó el tacto de aquella mano en su cara, la respiración de Zac... el suave roce de las yemas de los dedos del actor.
Anheló que volviese a acariciarla. Deseaba ciertas cosas de él que no tendría jamás. No fue consciente de haber acercado la cabeza a la mano de Zac hasta que sintió su piel contra los labios. Puso entonces la palma hacia arriba y apretó la boca contra la ligera hondonada arrugada, sintiendo el gusto salado de sus propias lágrimas.
Zac jamás la querría, lo había dejado bastante claro. Y ella había imposibilitado cualquier tipo de familiaridad entre ambos al acercarse a él con mentiras y un nombre fingido, además de haberle hecho objeto de un
plan. ¿Cómo podría perdonarle semejante comportamiento un hombre tan orgulloso? Simplemente, no podría.
Nunca había sentido esa clase de pena: persistente, pesada, capaz de aplastar cualquier frágil destello de felicidad en su interior. Qué ironía haber perseguido su objetivo con tan fría determinación y acabar con el corazón destrozado. Siempre había sido consciente de los riesgos sociales, e incluso físicos, que asumía, pero nunca de los emocionales. No había planeado enamorarse de Zac. Susurró en la palma de la mano del actor y le cerró los dedos como si deseara con ello que contuviesen las preciadas palabras en su interior.
En cuanto desapareciera la fiebre, se iría. Así no lo insultaría ni mancharía sus propios sentimientos utilizándolo para el propósito deseado en un principio. De repente, se sintió inmensamente feliz de no haber hecho el amor con él, de no haberlo herido ni traicionado. De haberlo hecho, no habría podido vivir consigo misma.
Alguien llamó a la puerta, y una doncella entró con una bandeja que contenía té y sopas. A indicación de Vanessa, dejó todo aquello en la mesilla de noche y la ayudó a incorporar a Zac con alguna almohada más. Nessa le dio las gracias y le dijo que se fuera. Después se sentó junto a Efron, que ya se había despertado. El enfermo alzó los párpados y se quedó mirándola un buen rato. En un principio, no pareció reconocerla; poco después, los labios del actor pronunciaron su nombre.
—Nessa... el Capital... —La voz aterciopelada se había convertido en un áspero ruido.
—El señor Bennett se ha hecho cargo de la compañía —contestó Vanessa, dudando antes de tirar de la sábana, enrollada en las caderas de Zac, que no parecía consciente de su desnudez—. Estoy segura de que lo tiene todo bajo control. Zac no dijo nada, pero Vanessa pudo leer la tortura en sus ojos. Dudaba de que, con anterioridad, hubiera dejado el teatro al cuidado de otro.
—¿Quiere que le pida que envíe un informe diario hasta que usted regrese?
Zac asintió con la cabeza, se apoyó contra el montón de almohadas y cerró los ojos.
—Todavía no debe dormirse —le dijo Vanessa, y le sacudió levemente el hombro desnudo. La piel de Zac pareció quemarle la mano—. Primero tiene que comer.
—No. —Empezó a volverse de lado, jadeando con esfuerzo.
—Entonces, no le daré ninguna noticia del señor Bennett —lo amenazó Vanessa sin alterarse.
Zac dejó de moverse y, con los ojos entrecerrados, le dirigió una mirada propia amenazante.
—Sólo algo de té y un poco del desayuno. —La paciente Vanessa reprimió un repentino acceso de risa. De no haber estado preocupada, le habría divertido tenerlo en su poder. Con cuidado levantó la taza de té hasta los labios de Zac, animándole a sorber el líquido endulzado. Aparentemente reconfortado por el calor de la bebida que se deslizaba por su garganta, el actor obedeció. Sin embargo, el primer trozo de pan tostado con manteca le hizo volver la cabeza con una mueca de asco.
—¡Leche! —gruñó con aversión.
—A mí tampoco me gusta —reconoció ella, al tiempo que le acercaba otra cucharada—. Sin embargo, no está en condiciones de discutir. Venga, otro poco más.
Zac, con la cabeza vuelta, se negó mascullando algo incomprensible.
—El informe del señor Bennett —le recordó, a lo que el actor respondió mirándola con hostilidad—. Por favor —murmuró Vanessa, cambiando de táctica—. Le prometo que si alguna vez estoy enferma podrá acercarse adonde quiera que me encuentre y alimentarme personalmente con tazones rebosantes de sopas de leche.
La idea pareció inspirarle lo suficiente como para atragantarse con algunas cucharadas más.
—Gracias —dijo Vanessa mientras apartaba el tazón. Se inclinó entonces para quitarle la almohada añadida y arreglarle el pelo—. Se recuperará enseguida y podrá escoger su venganza.
Zac volvió la cara buscando el frescor de su mano y se quedó dormido de inmediato. Aún inclinada sobre él, siguió la fina curva de la oreja de Zac —unas orejas muy pequeñas para un hombre tan grande— y le besó allí donde la mandíbula se une al cuello. Tuvo un absurdo y momentáneo arrebato de felicidad. Estaba cerca del hombre que amaba y era libre de tocarlo. Haría cualquier cosa, se iría todo lo lejos que él quisiera. Con entusiasmo llamó a un criado y se sentó en el escritorio para escribir a toda prisa una nota al señor Bennett.
-----------------------------

Ya casi ya casi lo mas importante!!!,asi es volvi despues de mil y un años,pero comprendan la escuela,lo de mi escuela de actuacion y proximamente me meteran a un curso para entrar a la preparatoria pfff demasiadas cosas,ademas que en el capitulo anterior solo hubo 2 firmas!!! siento como si le escribiera al aire pero bueno les subo porque se lo que se siente que me dejen sin novela asi que tratare de publicar mas seguido lo prometo!!!....y aparte estaba viendo que vanessa en su pagina web puso una cancion de jessie j nobody's perfect,que por cierto la amo tambien,y bueno el caso es que la cancion habla sobre alguien que perdio o algo asi por lo que entendi y se me vino a la cabeza,algo asi como que le canta a un chico que esta arrepentida o bueno alomejor son alucinaciones mias jajaja pero de todas formas escuchenla traducida les deje el video arriba esta genial!!! wuu bueno espero y ahora si haya comentarios...ahhh y bienvenidas a las nuevas lectoras ^-^ bueno bye bye

domingo, 7 de agosto de 2011

Capitulo 39




Él la miró fijamente, como si fuera la imagen de un sueño, con una ex presión de curiosidad algo distante. Acto seguido esbozó una sonrisa a modo de respuesta.….
—Según parece... jamás me libraré de ti —dijo con una voz queda salpicada por violentos accesos de tos.
La morena vertió agua en un vaso y le ayudó a beber, sujetando el vaso con una mano y deslizándole un brazo por detrás de la cabeza. Vacilante, Zac se reclinó sobre el brazo que lo soportaba mientras bebía sin gana algunos tragos. Pesaba mucho, y el brazo de Vanessa empezó a resentirse por el esfuerzo. Cuando terminó de beber, apartó la cara a un lado y Vanessa volvió a recostarlo en la almohada con cuidado.
—¿Le gustaría que me fuera? —preguntó en voz baja.
Cerró los ojos. Tardó tanto tiempo en contestar que Vanessa pensó que quizá se había quedado dormido de nuevo.
 Quédate—dijo al fin.
—¿Debería avisar a alguien para que le cuide? Un amigo o pariente...
—No. Te quiero a ti. —Cerró los ojos y la conversación concluyó. Apretó los dedos en torno a un pliegue del vestido de Nessa.
A pesar de lo preocupada que estaba, no pudo evitar sonreír. Incluso postrado en el lecho seguía siendo tan autoritario como siempre. Por alguna razón, quería que se quedara. Confiaba en ella. No volvió a pensar más en irse. «Zac», murmuró, queriendo probar cómo sonaba el nombre en sus labios.
Después de que su ambicioso plan fracasara, el caso es que allí estaba ella de cuidadora en el cuarto de un enfermo. Nada respondía a un plan preconcebido y, lo más curioso de todo, ni siquiera le preocupaban sus propios problemas. Todo lo que deseaba era ver a Zac repuesto.
Se dirigió al pequeño escritorio situado bajo una de las ventanas, y allí escribió una nota a la señora Florence explicándole la situación. Tras plegarla con cuidado, selló la carta y llamó a una doncella, a la que entregó la misiva con el encargo de que se entregara en la residencia de la señora Florence en Somerset Street.
—Por favor, que se envíe a alguien a recoger mis pertenencias —añadió. Antes de salir, la doncella le hizo una reverencia.
Vanessa volvió a junto a la cama. Parecía que el estado de Zac empeoraba por momentos, con aquella fiebre que aumentaba silenciosamente. Estaba demasiado aturdido para discutir cuando ella le obligó a beber pequeños sorbos de caldo. Tras no pocos esfuerzos, Vanessa consiguió que ingiriera, todo lo más, media taza del nutritivo líquido. Después volvió a quedarse dormido.
En algún lugar de la casa, un gran reloj dio doce campanadas con un sonido profundo y sonoro. A su pesar, Vanessa estaba cansada y empezó a cabecear casi vencida por una oleada de sueño. Se levantó y se estiró en un intento de despertarse, volviéndose con un respingo cuando oyó que alguien entraba en la habitación.
La señora Beecham y el ayuda de cámara se acercaron a la cama.
—¿Cómo está? —preguntó el ama de llaves en un tono más amistoso que el empleado hasta entonces. Parecía haberse hecho a la idea de la presencia de Vanessa, y había decidido dejar a un lado las suspicacias.
—La fiebre ha empeorado.
—Es lo que el doctor Brooke esperaba —contestó la señora Beecham en un tono realista—. El ayuda de cámara del señor Efron, Denis, va a ayudarme a pasarle una esponja con agua fría; quizás ayude a bajarle la fiebre. Si lo desea, puede descansar unas horas. He pensado que le gustaría ocupar el dormitorio pequeño de los aposentos privados del señor Efron.
—Es usted muy amable —contestó Vanessa—, pero quiero estar aquí por si él me necesita...
—Yo le cuidaré hasta que vuelva —le aseguró el ama de llaves—. Necesitará dormir algunas horas, señorita Montez, si quiere estar despejada por la mañana.
La observación era irrefutable. Vanessa estaba cansada, y habrían de pasar muchas largas horas, incluso días, antes de que la fiebre remitiera.
—Gracias —dijo, y el ama de llaves la condujo hasta un cuarto de invitados, algunas puertas más allá.— y por favor, digame Vanessa o Nessa.—
Al entrar en la amplia habitación la muchacha noto que sus ropas ya habían sido acomodadas en el ropero. Se acerco para retirar una prenda comoda y sencilla y luego se dirigió al baño. Una vez lista y con el pijama puesto se recostó en la amplia cama. Tenía la sensación de que nunca había estado tan cansada. Reclamada de inmediato por el sueño, su mente se vio invadida por una acogedora oscuridad.
-----

Las primeras luces de la mañana despertaron de golpe a una descansada Vanessa. Buscó con impaciencia la bata y corrió al dormitorio de Zac; los pies descalzos no tardaron en enfriársele al contacto con el frío aire matutino. Una doncella estaba encendiendo la chimenea, mientras la señora Beecham juntaba un montón de paños húmedos que habían sido utilizados para refrescar a Zac durante la noche. El ama de llaves tenía manchas debajo de los ojos, y unas visibles arrugas, inexistentes la víspera, surcaban su frente.
—No hay cambios —contestó a una inexistente pregunta de Vanessa.
Se acercó a la cama y miró con detenimiento a Zac. Tenía la piel seca y ardiente y los labios ligeramente agrietados. Le habían quitado el pijama de franela, y una simple sábana le cubría de cintura para abajo, dejando a la vista la musculatura del torso, la oscura sombra del pelo de las axilas y el ombligo. Jamás había visto a un hombre desnudo. Su mirada se perdió hacia la zona del cuerpo cubierta por la sábana, hacia la interminable longitud de sus piernas y la forma íntima del sexo oculta bajo el delgado lino blanco. Un rubor de recato le tiño las mejillas y se aparto avergonzada. Se volvió para encontrarse con la mirada de la señora Beecham, que no le quitaba ojo.
—Tú no eres su pareja, tal y como aseguraste —dijo el ama de lla¬ves con sereno convencimiento—. Seas lo que fueres para él... no eres su pareja

Acorralada, Vanessa le clavó la mirada. Sintió un nudo en la garganta y el vago dolor de la noche anterior volvió a instalarse en su pecho……


Bueno eso es todo por hoy espero poder publicar mas seguido y bueno con eso me despido espero que les aya gustado el capitulo bye bye

miércoles, 27 de julio de 2011

Capitulo 38



El chasquido del picaporte cuando se abrió desde adentro, la interrumpió. En silencio, esperó a que saliera el doctor….
El doctor Brooke era un hombre de unos treinta años, con entradas en el pelo y un par de gafas redondas que le conferían un aire de sabiondo. Tenía una cara agradable y ojos solemnes y oscuros. Miró primero a la señora Beecham, y luego a Vanessa.
—Soy la señorita Montez —dijo Vanessa, adelantándose—. He venido a preguntar por el estado del señor Efron. Soy su... pareja. El doctor le cogió la mano e hizo una cortés reverencia.
—¿Cómo está? —preguntó el ama de llaves.— La mirada del doctor Brooke abarcaba a ambas mujeres.
—En los últimos tiempos he asistido a muchos casos similares. Lamento decir que éste parece uno de los peores, lo que no deja de sorprender en un hombre de la habitual fortaleza de Zachary Efron... Pero él no hace nada con moderación, ¿no es así?
—Me temo que no —contestó, compungida, el ama de llaves.
—Volveré mañana a visitarlo y a ver cómo progresa la fiebre —continuó el doctor—. Por desgracia, todavía no ha entrado en la peor fase. Enfríenlo con frecuentes aplicaciones de agua y hielo. Sugiero que le den de comer gelatinas, caldo y, acaso, una cucharada de leche con coñac de vez en cuando.
—Tengo una vieja receta familiar: hojas de eucalipto maceradas en brandy—comentó la señora Beecham—. ¿Podría darle una dosis cada noche?
—No veo inconveniente. —El doctor hizo una pausa, y su mirada se detuvo en Vanessa—. Señorita Montez, ¿puedo preguntarle si su intención es ayudar a cuidar al señor Efron?
—Sí —dijo Vanessa con firmeza.
—Entonces, le sugiero que limite sus relaciones con la gente ajena a la casa. La fiebre es muy contagiosa y no descartaría la posibilidad de que sucumba usted a ella.— Las señora Beecham miró a Vanessa con una expresión de perplejidad.
—Supongo que tendré que disponer una habitación para usted.— Vanessa se hizo cargo de la renuencia de la mujer. Ningún miembro del servicio de Zachary había tenido noticias de su existencia hasta ese momento. Obviamente miraban por los intereses de su patrón y procuraban evitar que, ahora que él no podía impedirlo por sí mismo, alguien violara su intimidad.
—Gracias, señora Beecham —dijo en voz baja—. Le aseguro que sólo pretendo ayudar al señor Efron... a Zac... en todo lo que pueda.— El ama de llaves asintió con la cabeza, todavía aparentemente inquieta y dio instrucciones a la sirvienta. Entretanto, el doctor Brooke se despidió y salió en compañía del asistente. Tomando la iniciativa, Vanessa se deslizó dentro del dormitorio a través de la puerta entreabierta.
El cuarto contenía una enorme cama, con colcha de color azul marino y almohadas de plumas en la cabecera, colocadas en grupos de tres. El rubio yacía cubierto con una sábana y una manta liviana; la colcha aparecía plegada a sus pies. Se le había vestido con un pijama de dos piezas de franela, cuya parte superior estaba desabotonada por debajo del pecho. Dormía como si hubiera sido drogado, con la mitad de la enrojecida cara enterrada en una almohada. Cuando entró Vanessa, la ayudante de recámara estaba colocando una jarra de agua y una pila de paños en la mesilla de noche. Se había colocado un pequeño sillón cerca de la cama, pero Vanessa prefirió sentarse en el borde del colchón. El ligero desplazamiento provocado por su peso hizo que Zac se girara hacia ella y murmurara alguna incoherencia con los ojos todavía cerrados. La respiración raspaba su garganta.
—No pasa nada —le dijo Vanessa en voz baja, mientras empapaba en agua uno de los paños de lino, lo escurría y se lo colocaba sobre la frente caliente. El alivio de aquel frescor pareció relajarlo, y se hundió aún más en la almohada. Vanessa extendió la mano y se animó a acariciarle la hermosa cabellera, como había deseado hacer tantas veces. Era suave y tupida, una seda castaña con reflejos dorados. Estudió la cara de Zac: la palidez de la piel, que hacía resaltar la belleza severa de su estructura ósea; las pestañas, medias lunas de plumas por encima de las mejillas; los párpados, ligeramente temblorosos a causa de los sueños febriles del actor. Un hombre tan orgulloso y solitario, rendido, indefenso al sueño, los labios separados, como los de un niño. Si estuviera enamorada de él, verlo así le rompería el corazón.
Sentada, inmóvil, intentó desentrañar la sorda pena que se había instalado en su pecho. Si estuviera enamorada de él, el dolor no la abandonaría jamás, los recuerdos de Zac la perseguirían todos los días de su vida... porque jamás habría otro hombre como él.
Apenas se demoró pensando en su dilema, no tenía mucho tiempo para sí misma. Quizá fuera ya demasiado tarde, tal vez sus padres habrían descubierto ya que se había escapado del colegio. De ser así, estarían frenéticos y preocupados. La buscarían y, una vez la encontraran, la intimidarían y amenazarían hasta que ella sediera a sus deseos. Acabaría siendo la esposa de lord Black a pesar de todos sus esfuerzos por resistirse. A menos que se convirtiera en mercancía estropeada. Se marcharía de allí inmediatamente y encontraría alguien con quien tener una aventura. Sin duda habría objetivos bastante más predispuestos que Zachary Efron. Jamás hubiera imaginado que fuera tan difícil seducirlo, habida cuenta de su reputación. Pero no había caído en la cuenta de su complejidad ni de sus inesperados escrúpulos. Se había negado a deshonrarla, y sería idiota si pensara que podía cambiar de opinión.
Allí no se la necesitaba. Efron tenía sirvientes que lo cuidarían, los servicios de un excelente médico y más amigos y conocidos de los que podía contar. Se recuperaría sin necesidad de su ayuda. Con el ceño fruncido, Vanessa estuvo observando largo rato cómo dormía. Sentada al lado de la cama, le fue cambiando el paño de su frente o suministrándole algunas gotas de jarabe cuando la tos empeoraba.
De vez en cuando aparecía un criado para ver si Vanessa ordenaba algo, recibiendo siempre idéntica negativa. Excepto por aquellas breves intromisiones, parecía como si el mundo no existiera más allá del dormitorio. Los minutos se convirtieron en horas, hasta que las luces de la tarde empezaron a apagarse y se acercaron las sombras de la noche.
Justo en el momento en que Vanessa estaba considerando pedir un poco de caldo, Efron empezó a despertarse. Se removió y pestañeó. Sus ojos tenian un brillo febril. Con suavidad, Vanessa le retiró el paño húmedo de la frente y volvió a tomar asiento en el borde la cama.
—Señor Efron —dijo sonriéndole.
Él la miró fijamente, como si fuera la imagen de un sueño, con una expresión de curiosidad algo distante. Acto seguido esbozó una sonrisa a modo de respuesta.
-----------------



Bueno eh aqui un capitulo mas,dios eh estado un poco ajetreada pero no importa,espero y poder publicar mas pronto si no cuando vuelva a publicar les publicare dos capitulos,les gusta la idea? bueeno me voy espero el capitulo sea de su agrado bye bye

martes, 12 de julio de 2011

Continuacion Capitulo 37





—¿Necesita algo, señorita Montez? —le preguntó el mayordomo, levantándose de una silla próxima a la escalera.
—Sí. —Vanessa se acercó a los escalones de mármol, medio temerosa de que el hombre la impidiera subir—. Me gustaría saber dónde está el dormitorio del señor Efron.
El rostro inexpresivo del mayordomo no impidió que Vanessa percibiera la consternación interior del mismo. Sabía que él y el resto de la servidumbre tenían dudas acerca de su relación con Efron, pues no estaban seguros de si era una simple empleada como ellos o quizá su última amante.
—El doctor está con él, señorita —observó el mayordomo con tacto—. Si el salón no es de su agrado, quizás haya otro lugar en el que prefiera esperar...
—Preferiría ir a su habitación —replicó Vanessa sin alterarse, imitando el tono seco que había oído utilizar siempre a su madre para dirigirse a la servidumbre.
—Sí, señorita Montez —llegó, desganada, la contestación. El mayordomo llamó a otro muchacho y le ordenó que mostrara a la señorita los aposentos privados de Zac. El joven la condujo hasta una puerta cerrada donde esperaba la señora Beecham. Una sirvienta permanecía cerca, preparada para ir a buscar a toda prisa cualquier cosa que hiciera falta.
Las cejas de la señora Beecham se arquearon al ver a Vanessa.
—Señorita Montez... ¿no ha encontrado cómodo el salón?
—Quería averiguar si ya se sabía algo.—La señora Beecham sacudió la cabeza.
—El doctor sigue con él. La informaré tan pronto haya alguna noticia. Mientras tanto, la sirvienta la acompañará al recibidor de la planta baja. Vanessa se dispuso a iniciar una discusión.
—Preferiría...
El chasquido del picaporte cuando se abrió desde adentro, la interrumpió. En silencio, esperó a que saliera el doctor……
-------------------



Si ya se demasiado corto pero cuando subi el capitulo no aparecia esta parte y bueno hasta ahora puedo subir jajaja,y bueno tratare de publicar un poco mas seguido porque hace como ufff que no publico