sábado, 26 de febrero de 2011

CAPITULO 30: Because You Are Mine

Mi negra te veias hermosa en la premier de beastly,y de alex ni hablar XD!,me muero por ver la pelicula,ya falta poquito!! bueno le sigo con la novela...



Su decisión de acostarse con aquel hombre era ahora más fuerte que nunca, y si había alguna posibilidad humana de distraer el interés que sentía por la mujer casada y dirigirlo sobre ella, estaba dispuesta a aprovecharla…..
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En los días siguientes, cuatro empleados del Capital, dos actores y dos carpinteros, fueron víctimas de una enfermedad. Los síntomas eran fiebre alta, tos y congestión y, en uno de los casos, delirios que duraron dos días. Ashley envió a varios sirvientes para interesarse por el bienestar de los empleados.
—La enfermedad tiende a propagarse por toda la compañía antes de desaparecer —comentó Ash a Vanessa con el ceño fruncido—. Sería mucho esperar que no enfermara nadie más.
—Amiga —dijo Vanessa, bajando la mirada hacia Ashley—, debería tener cuidado...
—Sí, por supuesto —asintió Ash, y suspiró con impaciencia—. Pero no puedo quedarme en casa cuando hay tanto que hacer aquí.
—Su salud es más importante que cualquier obra.— Ashley soltó un bufido.
—No hables de esto delante de Efron, no cree en las enfermedades. Desde que lo conozco, siempre ha dicho que nada, ni siquiera la mas minima gripe, debería interferir en la programación del teatro.—
—Pero la gente no puede evitar ponerse enferma —protestó Vanessa, y se preguntó si el señor Efron era en verdad tan irracional. Ash puso los ojos en blanco.
—Zac es poco tolerante con la fragilidad humana. ¿Cómo podría comprender la debilidad si él no tiene ninguna? —Apoyando las manos en el borde de la mesa, se puso en pie y torció la boca en una rápida mueca—. Tendré que ponerlo al corriente. Supongo que empezará a rugir como un oso.
Pese a la afirmación de Ashley, del despacho del señor Efron no salió ningún rugido audible... Pero durante el resto del día pareció flotar en el ambiente una sorda corriente de irritación, y los miembros de la compañía se mostraron inusitadamente apagados. Vanessa pidió permiso para salir antes que Ashley, y ésta se lo concedió sin vacilación, ya que realmente necesitaba comprarse ropa…
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Cuando Vanessa volvió al Capital a la mañana siguiente, descubrió que Arlyss Barry había sucumbido a la enfermedad que había afectado a tantos otros miembros de la compañía. Su marido, que también era el jefe de los pintores del escenario, se había quedado en casa para cuidarla. La preocupación de Ashley era evidente.
—Se necesita mucho para alejar a Arlyss del teatro —le dijo a Vanessa—. Quiero ir a visitarla, pero Jared me lo ha prohibido. La verdad es que me ha amenazado con retenerme en casa durante las próximas semanas, hasta que la enfermedad haya remitido en la compañía.
—Parece una prudente sugerencia —afirmó Vanessa—. Quizá su amiga debiera considerarla.—Ashley suspiró con frustración.
—Hay demasiadas cosas que hacer... Y no tardaré en estar recluida. He de permanecer aquí todo el tiempo que pueda. Ahora, además, Arlyss y su suplente están enfermas. Me pregunto si podrías representar el papel durante los ensayos hasta que una de las dos esté en condiciones de volver al trabajo.
—Ah, Ash, no podría... —Vanessa sacudió la cabeza—. Jamás podría actuar, no tengo talento y no deseo en absoluto...
—No tienes que actuar, tan sólo leer el papel, y te lo sabes mejor que la propia Arlyss... Y moverte por el escenario tal y como la has visto hacerlo. No tienes por qué tener miedo, Nessa, todos entenderían que ocupas el puesto de Arlyss de manera provisional para facilitar los ensayos a la compañía. ¿Te lo pensarás?
—Al señor Efron no le gustará —balbució Vanessa.
—Déjamelo a mí. Por encima de todo, Zac quiere lo mejor para su teatro.—
Vanessa no vio a Zac hasta la mañana siguiente. Para mayor desasosiego, se le comunicó que el ensayo se llevaría a cabo con el vestuario de la obra. Bastante cohibida estaba por ocupar el puesto de Arlyss, por lo que tener que ponerse el traje del personaje —poco más que unos velos verdes y plateados cubriéndole el cuerpo— no hizo sino empeorar las cosas. Como sus medidas no eran las de la señorita Barry, el amplio escote redondeado le resbalaba por el pecho y dejaba a la vista más de lo que hu¬biera deseado.
—¡Qué hermosa estás! —le dijo la señora Lyttleton, apartándose y observando el vestido con orgullo—. Qué pena que la señorita Barry no tenga una figura tan bonita como la tuya. Le aportas al vestido una escencia que ella no puede darle.—
—A mí me parece que la señorita Barry tiene un tipo de cuerpo muy bonito —se apresuró a contestar Vanessa.
—Lo tendría si dejara de comer bizcochos glaseados con el té todas las tardes —aseguró sombría la costurera
Cuando se reunió con los actores en la sala de descanso, Vanessa se dirigió al rincón más próximo tratando de pasar inadvertida. Por desgracia, el atrevido vestido la convertía en el previsible blanco de una avalancha de bromas y bufonadas. Lucas Grabeel fue el primero en advertir su presencia, y la saludó con varios silbidos de admiración.
—¡Dios mío, qué transformación! —gritó, abalanzándose sobre ella y cogiéndola de las manos. La mirada ávida del actor recorrió el cuerpo de Vanessa y terminó deteniéndose un buen rato en el pecho medio descubierto—. Querida señorita Montez, no tenía ni idea de lo que escondía bajo su atuendo habitual. Tengo que admitir que, en los momentos íntimos, me preguntaba...
—Lucas —le interrumpió el señor Burgess, el mayor de los actores, que interpretaba el papel de un padre viudo—. Nadie, y menos aún la señorita Montez, desea oír hablar de tus momentos íntimos.
Vanessa liberó las manos del entusiasta apretón de Lucas .
—Señor Grabeel... —empezó a decir en tono de reproche. Antes de que pudiera continuar, se les unió Corbin Bleu, cuya mirada también quedó atrapada en el busto de la chica.
—Señorita Montez, la acompañaré hasta el escenario. Está oscuro y podría tropezar en el camino...—
Las payasadas se vieron interrumpidas por una tranquila voz procedente del otro extremo de la habitación.
—Caballeros, ya es suficiente……

miércoles, 2 de febrero de 2011

CAPITULO 29: Because You Are Mine

Ahhh!! ya quiero que se estrenen las dos,hehe,aqui el capitulo,tarde pero lo tengo...

—¡Vete! —la interrumpió, haciéndole gestos para que se fuera—. Vine aquí a examinar los decorados móviles y no quiero que me hagas compañía…..

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De no ser por la señora Florence, Vanessa se habría hundido en la melancolía. En su lugar, quedó profundamente desconcertada por la interpretación que la anciana hizo del episodio.
—A eso lo llamo yo progresar —declaró después de haber escuchado los acontecimientos del día—. Casi lo has pescado. No debería transcurrir mucho tiempo antes de que caiga rendido a tus pies.
—Quizá no me haya explicado con la suficiente claridad —protestó Vanessa, mirándola dubitativa—. No sólo no está a mis pies, sino que estos momentos corre todo lo deprisa que puede en dirección opuesta. No quiere saber nada de mí.—
—¿No le escuchaste, Nessa? Te dijo que te alejaras de él porque no puede resistirse a la tentación que le supone tu presencia. No se me ocurre nada más alentador.
—Supongo —musitó Vanessa—. Sólo que pareció tan categórico...—
—Ya me siento bastante reconocida con tener un nuevo proyecto —afirmó la anciana—. Últimamente hay pocos entretenimientos que mantengan mi interés, y ayudarte a conseguir tu objetivo es un pasatiempo divertidísimo. —Se interrumpió y, pensativa, miró a Vanessa—. No es algo que me incumba, chiquilla... pero, ¿te has parado a pensar en lo que ocurrirá después?
—¿Después?
—Después de que logres seducir al señor Efron. Imagino que pasaréis una encantadora temporada juntos... Pero te has de preparar para cuando decida terminar la aventura.
Vanessa movió la cabeza.
—Mi familia me recogerá —contestó—. No estará muy contenta por lo sucedido... Pero estoy preparada para afrontarlo.
—¿Y seducir al señor Efron lo compensa?
—Bueno... Sí —contestó Vanessa con incomodidad. Guardó silencio un instante—. Se suponía que yo era una de esas personas a las que les esperaba una vida muy corriente. No tengo ningún talento especial, ni belleza, ni nada que me distinga de otros cientos de miles de chicas. Pero no puedo pasar toda una vida sin tener, por lo menos, una noche mágica.
—No esperes ninguna «magia» —le aconsejó la señora Florence con una sombra de preocupación en la cara arrugada—. Ése es un encargo muy difícil de satisfacer por parte de los hombres, Nessa, incluso por uno como el señor Efron. Para exponerlo con crudeza: un par de cuerpos en la cama puede ser una experiencia bonita, pero la «magia»... ocurre sólo una vez en la vida. Y eso si ocurre.—
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Vanessa se acercó al camerino del señor Efron acarreando un montón de trajes recién lavados y planchados que acababan de ser entregados por el carro de la lavandería. Por las mañanas, el camerino siempre estaba vacío pero, para su sorpresa, oyó voces en el interior. Como la puerta estaba entornada, sólo tuvo que empujarla suavemente con el codo para abrirla con un chirrido sordo. Turbada, vio al señor Efron, medio incorporado, medio inclinado sobre la mesa de maquillaje, absorto en una conversación con una visita femenina. La mujer era delgada, elegante, rubia y bonita. Vestía un lujoso vestido. A todas luces una mujer sofisticada, fría, segura del lugar que ocupaba en el mundo... Todo lo que Vanessa no era. Aunque le costó Dios y ayuda vencer la consternación y los celos, Vanessa consiguió componer el semblante cuando la pareja la miró.
—Señor Efron —murmuró—, no esperaba encontrarlo aquí a estas horas del día.—
—He venido en busca de intimidad. —El tono era apagado y desdeñoso.
—Sí, señor. —Vanessa, roja como la grana, dejó la pila de ropa en la silla de la esquina—. Volveré más tarde a guardar esto.
—Deje que la chica haga su trabajo —dijo la mujer rubia con delicadeza, sin prestarle a Vanessa más atención que la que hubiera dedicado a una sirvienta—. De todas maneras, he de irme y no deseo interrumpir el funcionamiento de su teatro.
Zac sonrió, se apartó de la mesa y, con un leve movimiento, cogió a la mujer del codo. El gesto fue imperceptible pero, para el creciente desagrado de Vanessa, del mismo parecía inferirse la existencia de una amistad íntima y cercana.
—Cualquier interrupción que provenga de usted, es bienvenida. La mano de la mujer acarició el lino que cubría el antebrazo de Zac.
—Entonces, tendrá ocasión de sufrirlas más a menudo.
—Eso espero. —Ambos sostuvieron la mirada durante unos segundos.—
Vanessa, ocupada con la ropa, la iba metiendo en el armario, colgándola metódicamente. Se sentía traicionada, aunque no tenía ningún derecho. Después de todo, el señor Efron era libre de perseguir a quien quisiera.. «¿Pero por qué no a mí?», pensó mientras le hervían las entrañas.
El señor Efron susurró una pregunta a la mujer, ésta sonrió y sacudió la cabeza al contestar.
—Por discreción, será mejor que no me acompañe.—
La dama atravesó el umbral dejando tras de sí un delicado aroma de flores, que permaneció suspendido en el aire durante un buen rato.
El camerino quedó en silencio. El señor Efron se quedó mirando la puerta con aire pensativo, mientras Vanessa terminaba de colgar los trajes en el armario. Cuando lo hizo, cerró la puerta con tanto ímpetu que el actor se volvió hacia ella arqueando las cejas inquisitivamente.
—Se pone un perfume demasiado fuerte —aseguró Vanessa, al tiempo que agitaba una mano como si intentara disipar un mal olor.
—A mí me parece bastante agradable —replicó el señor Efron, que la siguió atentamente con la mirada mientras se movía por el cuarto, ordenando los tarros de la mesa de maquillaje, arrimando la silla a la pared o recogiendo una pequeña moneda del suelo.
Aunque Vanessa intentaba no hablar, no pudo evitar hacerle una pregunta que brotó impulsiva de sus labios.
—¿Es su amada?
La cara del señor Efron mostró una expresión suave e implacable a la vez.
—Mi vida privada no está sometida a debate.
—Llevaba anillo de casada.
Por alguna razón, la expresión reprobatoria de Vanessa pareció divertirlo.
—Eso no quiere decir nada —le informó con sequedad—. Ella y su marido tienen un arreglo conocido por todo el mundo.--
Vanessa caviló un instante sobre el significado de aquellas palabras.
—¿Está diciendo que a él no le importaría si su esposa... y usted...? ¿Que no se opondría?
—No, mientras sea discreta.
—¡Qué raro!—
—No mucho. Muchas esposas de clase alta tienen permiso para tener «amistades» fuera del matrimonio. Así se evita que se quejen de las infidelidades de sus maridos.
—¿Y a usted no le molesta la idea de hacerle el amor a la mujer de otro hombre? —se animó a preguntar Vanessa.
—Prefiero a las mujeres casadas —contestó sin alterarse—. No suelen ser posesivas o exigentes.
—Si esa mujer no estuviera casada, ¿seguiría queriendo tener una aventura con ella?
—Eso no es de su incumbencia, señorita Montez.
Ante los modales displicentes y cortantes del actor, Vanessa abandonó el camerino. «Ah, claro que es de mi incumbencia», dijo en voz tan baja que Zac no pudo oírla. Su decisión de acostarse con aquel hombre era ahora más fuerte que nunca, y si había alguna posibilidad humana de distraer el interés que sentía por la mujer casada y dirigirlo sobre ella, estaba dispuesta a aprovecharla…..