miércoles, 27 de julio de 2011

Capitulo 38



El chasquido del picaporte cuando se abrió desde adentro, la interrumpió. En silencio, esperó a que saliera el doctor….
El doctor Brooke era un hombre de unos treinta años, con entradas en el pelo y un par de gafas redondas que le conferían un aire de sabiondo. Tenía una cara agradable y ojos solemnes y oscuros. Miró primero a la señora Beecham, y luego a Vanessa.
—Soy la señorita Montez —dijo Vanessa, adelantándose—. He venido a preguntar por el estado del señor Efron. Soy su... pareja. El doctor le cogió la mano e hizo una cortés reverencia.
—¿Cómo está? —preguntó el ama de llaves.— La mirada del doctor Brooke abarcaba a ambas mujeres.
—En los últimos tiempos he asistido a muchos casos similares. Lamento decir que éste parece uno de los peores, lo que no deja de sorprender en un hombre de la habitual fortaleza de Zachary Efron... Pero él no hace nada con moderación, ¿no es así?
—Me temo que no —contestó, compungida, el ama de llaves.
—Volveré mañana a visitarlo y a ver cómo progresa la fiebre —continuó el doctor—. Por desgracia, todavía no ha entrado en la peor fase. Enfríenlo con frecuentes aplicaciones de agua y hielo. Sugiero que le den de comer gelatinas, caldo y, acaso, una cucharada de leche con coñac de vez en cuando.
—Tengo una vieja receta familiar: hojas de eucalipto maceradas en brandy—comentó la señora Beecham—. ¿Podría darle una dosis cada noche?
—No veo inconveniente. —El doctor hizo una pausa, y su mirada se detuvo en Vanessa—. Señorita Montez, ¿puedo preguntarle si su intención es ayudar a cuidar al señor Efron?
—Sí —dijo Vanessa con firmeza.
—Entonces, le sugiero que limite sus relaciones con la gente ajena a la casa. La fiebre es muy contagiosa y no descartaría la posibilidad de que sucumba usted a ella.— Las señora Beecham miró a Vanessa con una expresión de perplejidad.
—Supongo que tendré que disponer una habitación para usted.— Vanessa se hizo cargo de la renuencia de la mujer. Ningún miembro del servicio de Zachary había tenido noticias de su existencia hasta ese momento. Obviamente miraban por los intereses de su patrón y procuraban evitar que, ahora que él no podía impedirlo por sí mismo, alguien violara su intimidad.
—Gracias, señora Beecham —dijo en voz baja—. Le aseguro que sólo pretendo ayudar al señor Efron... a Zac... en todo lo que pueda.— El ama de llaves asintió con la cabeza, todavía aparentemente inquieta y dio instrucciones a la sirvienta. Entretanto, el doctor Brooke se despidió y salió en compañía del asistente. Tomando la iniciativa, Vanessa se deslizó dentro del dormitorio a través de la puerta entreabierta.
El cuarto contenía una enorme cama, con colcha de color azul marino y almohadas de plumas en la cabecera, colocadas en grupos de tres. El rubio yacía cubierto con una sábana y una manta liviana; la colcha aparecía plegada a sus pies. Se le había vestido con un pijama de dos piezas de franela, cuya parte superior estaba desabotonada por debajo del pecho. Dormía como si hubiera sido drogado, con la mitad de la enrojecida cara enterrada en una almohada. Cuando entró Vanessa, la ayudante de recámara estaba colocando una jarra de agua y una pila de paños en la mesilla de noche. Se había colocado un pequeño sillón cerca de la cama, pero Vanessa prefirió sentarse en el borde del colchón. El ligero desplazamiento provocado por su peso hizo que Zac se girara hacia ella y murmurara alguna incoherencia con los ojos todavía cerrados. La respiración raspaba su garganta.
—No pasa nada —le dijo Vanessa en voz baja, mientras empapaba en agua uno de los paños de lino, lo escurría y se lo colocaba sobre la frente caliente. El alivio de aquel frescor pareció relajarlo, y se hundió aún más en la almohada. Vanessa extendió la mano y se animó a acariciarle la hermosa cabellera, como había deseado hacer tantas veces. Era suave y tupida, una seda castaña con reflejos dorados. Estudió la cara de Zac: la palidez de la piel, que hacía resaltar la belleza severa de su estructura ósea; las pestañas, medias lunas de plumas por encima de las mejillas; los párpados, ligeramente temblorosos a causa de los sueños febriles del actor. Un hombre tan orgulloso y solitario, rendido, indefenso al sueño, los labios separados, como los de un niño. Si estuviera enamorada de él, verlo así le rompería el corazón.
Sentada, inmóvil, intentó desentrañar la sorda pena que se había instalado en su pecho. Si estuviera enamorada de él, el dolor no la abandonaría jamás, los recuerdos de Zac la perseguirían todos los días de su vida... porque jamás habría otro hombre como él.
Apenas se demoró pensando en su dilema, no tenía mucho tiempo para sí misma. Quizá fuera ya demasiado tarde, tal vez sus padres habrían descubierto ya que se había escapado del colegio. De ser así, estarían frenéticos y preocupados. La buscarían y, una vez la encontraran, la intimidarían y amenazarían hasta que ella sediera a sus deseos. Acabaría siendo la esposa de lord Black a pesar de todos sus esfuerzos por resistirse. A menos que se convirtiera en mercancía estropeada. Se marcharía de allí inmediatamente y encontraría alguien con quien tener una aventura. Sin duda habría objetivos bastante más predispuestos que Zachary Efron. Jamás hubiera imaginado que fuera tan difícil seducirlo, habida cuenta de su reputación. Pero no había caído en la cuenta de su complejidad ni de sus inesperados escrúpulos. Se había negado a deshonrarla, y sería idiota si pensara que podía cambiar de opinión.
Allí no se la necesitaba. Efron tenía sirvientes que lo cuidarían, los servicios de un excelente médico y más amigos y conocidos de los que podía contar. Se recuperaría sin necesidad de su ayuda. Con el ceño fruncido, Vanessa estuvo observando largo rato cómo dormía. Sentada al lado de la cama, le fue cambiando el paño de su frente o suministrándole algunas gotas de jarabe cuando la tos empeoraba.
De vez en cuando aparecía un criado para ver si Vanessa ordenaba algo, recibiendo siempre idéntica negativa. Excepto por aquellas breves intromisiones, parecía como si el mundo no existiera más allá del dormitorio. Los minutos se convirtieron en horas, hasta que las luces de la tarde empezaron a apagarse y se acercaron las sombras de la noche.
Justo en el momento en que Vanessa estaba considerando pedir un poco de caldo, Efron empezó a despertarse. Se removió y pestañeó. Sus ojos tenian un brillo febril. Con suavidad, Vanessa le retiró el paño húmedo de la frente y volvió a tomar asiento en el borde la cama.
—Señor Efron —dijo sonriéndole.
Él la miró fijamente, como si fuera la imagen de un sueño, con una expresión de curiosidad algo distante. Acto seguido esbozó una sonrisa a modo de respuesta.
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Bueno eh aqui un capitulo mas,dios eh estado un poco ajetreada pero no importa,espero y poder publicar mas pronto si no cuando vuelva a publicar les publicare dos capitulos,les gusta la idea? bueeno me voy espero el capitulo sea de su agrado bye bye

4 comentarios:

  1. Al fiinn!!!
    Ya extrañaba mucho la nove jejeje
    Fue un poco corto pero no importa!
    Hahaha y si me agrada la idea !!!
    Me encanto q nessa cuidara a zac!!
    Ya quiero saber q le dira el a nessa!!
    Siguelaaa siguelaaa!!!! :D
    Bye byee

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  2. Este comentario ha sido eliminado por el autor.

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  3. sii!!
    me encanto el capi!!
    zac le sonrio ^^
    ke mono
    y si! pon do!
    siguela pronto!
    bye!
    kisses!

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