Hola!!! aqui le seguimos...
—¡Dios mío! —musitó al tiempo que salía a grandes zancadas de la estancia—. Me gustaría saber qué he hecho para merecer esto…..
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Durante las dos semanas siguientes, Zac se descubrió objeto de la persecución más extraña que jamás hubiera sufrido. Cada vez que doblaba una esquina, allí estaba Vanessa, solícita hasta el agotamiento, a punto de volverle loco con sus atenciones. Cuando llegaba a su despacho por la mañana, ella ya había estado allí para acomodar sus cosas. La chica se apresuraba a traerle cosas, antes aun de que él fuera consciente de que iba a necesitarlas... Estudiaba sus costumbres: la cantidad de azúcar que le gustaba en el té, cuan almidonadas prefería las camisas...La entusiasta devoción de Vanessa le irritaba y avergonzaba por igual, pero al mismo tiempo... No podía recordar si alguna vez alguien había sido tan rápido a la hora de satisfacer sus necesidades. Zac estaba permanentemente a punto de decirle que le dejara en paz; sin embargo, no podía conseguirlo nunca. Le venía bien tenerla cerca y a mano... Al mismo tiempo, ver su pequeña y expresiva cara cuando tomaba nota de lo que le dictaba u ordenando montones de anuncios recién llegados de la imprenta, le proporcionaba un extraño placer. En los raros días en que Vanessa estaba demasiado ocupada para ir directa a su despacho, se sorprendía mirando el reloj, impaciente por el retraso.
—Se ha tomado su tiempo —le dijo una mañana cuando llegó para ayudarlo con la correspondencia—. He estado esperándola.
—Lo siento, señor —dijo Vanessa sin resuello—, pero la señora Lyttleton necesitaba que la ayudara con la prueba de unos vestidos...
—Pasa mucho tiempo en la sastrería. Si la señora Lyttleton está sobrecargada, dígale que contrate a otra costurera. Hay correo que necesito contestar.
—Sí, señor —dijo obediente Vanessa, al tiempo que en sus labios se dibujaba una pequeña sonrisa.— Zac frunció el ceño, al darse cuenta de que se había mostrado celoso y posesivo.
—Mi correspondencia es mucho más importante que las fruslerías de la señora Lyttleton —dijo, acuciado por la necesidad de justificarse. Vanessa sonrió y se sentó a su lado, en el sitio acostumbrado.
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Vanessa se dedicaba a todo en la que la necesitaran, y esto a Zac le molestaba ya que podía encontrarla dedicándose a actividades tan diversas como la de clavar puntas en la carpintería o la de gatear por la galería de trabajo, que se levantaba a gran altura por encima del escenario. Este último ejemplo desbordó el vaso de la paciencia de Zac. Un día que pasaba por el escenario, descubrió a un pequeño grupo de trabajadores contemplando a Vanessa trabajar a considerable altura por encima de sus cabezas. Sujetando una soga con la mano, se afanaba en introducirla a través de una polea clavada al telar, suspendido a unos tres metros por debajo del techo del teatro. «Buen trabajo, niña», dijo uno de los operarios, mientras otro reía con admiración: «Esta chica es ágil como un mono.» Zac sintió que le faltaba la respiración. Un paso en falso y Vanessa caería a plomo sobre el suelo de tablones, situado a una considerable distancia. Apretó los dientes para no gritar, lo cual podría haberla asustado y dar pie a un fatal accidente. Sudando por todos los poros de su piel, lanzó un juramento sordo y, a grandes zancadas, se dirigió hasta una escalera de caracol construida detrás del escenario. Ascendió a toda prisa, subiendo los estrechos escalones de tres en tres, hasta llegar al puente de trabajo, una pasarela de medio metro de anchura colgada de unos estribos de hierro que partían de la rejilla y que discurría justo por debajo de la galería de trabajo.
—He acabado —proclamó Vanessa, tambaleándose ligeramente al mirar por el borde de la galería—. ¡Dios mío, sí que está alto! —Cuando vio a Zac detrás de ella, se asustó—. Señor Efron —dijo sorprendida—, ¿qué está haciendo aquí?
—¿Y usted qué está haciendo? —replicó con gesto grave—. Aparte de dejar que todo el mundo le vea todo, ¿como se le ocurrió subir con vestidito aquí arriba?—
—Eso no es justo, señor Efron. Sólo hago mi trabajo, que consiste en ayudar donde se me necesite...
—No si tiene que arriesgar su vida —le espetó—. Aunque en este momento siento deseos de romperle su precioso cuello yo mismo y ahorrarle así la molestia. Ahora, déme la mano.
—Puedo bajar sola...
--Deme la mano! —exclamó.-- Vanessa obedeció al fin y la mano de Zac se cerró sobre la muñeca de la joven en un doloroso torniquete, arrastrándola fuera de la galería en brazos. El puente de trabajo vibró a causa de la violencia del movimiento. Vanessa aulló de indignación cuando Zac se la echó al hombro como si fuera un saco de harina.
—¡Bájeme! —Chillo al empezar a bajar la escalera de caracol—. ¡No necesito que me ayude!—Zac siguió cargando con ella hasta llegar al escenario, donde la depositó sobre las tablas con violencia. Con una mirada feroz, Zac se dirigió en voz baja y amenazante a los avergonzados trabajadores, que permanecían de pie a poca distancia.
--Me gustaría que alguien me explicara por qué la señorita Montez estaba realizando un trabajo por el que pago a mis trabajadores.
—La señorita Montez se ofreció voluntaria —dijo uno de los hombres, avergonzado—. Nos dijo que, como es más pequeña y ágil, podía hacerlo en la mitad de tiempo que nosotros.
—De ahora en adelante —le interrumpió Zac—, si alguien le pide a la señorita que ponga un solo dedo en una soga, andamio o decorado móvil, lo despediré en el acto. —Volvió la mirada intimidatoria hacia Vanessa. Ésta, roja de furia, se frotaba la muñeca dolorida con su mano allí donde Zac había apretado con tanta fuerza—. Y no me voy a disculpar por esto —dijo cortante—. He tenido la tentación de hacer algo peor, créame.—
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Zac Se preocupa por ella,
ResponderEliminaraunque de una forma rara y brusca ..
jajjaa
esta super
siguela
muak
uuu zac jejeje super
ResponderEliminarloco siguela please
esta super genial la
adoro :) jijiji
bye
o.O
ResponderEliminaresta genial!!!
siguela!!
paasate por las nuas!