jueves, 22 de julio de 2010

CAPITULO 19: Because You Are Mine


--La quiero fuera de aquí —murmuró, y abandonó el taller con paso decidido----
Se dirigió al despacho de Ash con la intención de dar rienda suelta a su enfado. La culpa de todo la tenía ella, por haber insistido en contratar a la chica. Así pues, la responsabilidad de despedirla recaía sobre Ashley. La encontró sentada en el escritorio, repasando concentrada la programación de la semana. Ash alzó la mirada hacia él y la sorpresa la hizo palidecer.
—Zac, ¿qué ha ocurrido? Parece como si te acabara de arrollar un auto.
—Peor aún. Acabo de tener otro encuentro con tu pequeña protegida.
—¿Vanessa? —preguntó Ash con el ceño fruncido por la preocupación—. ¿Qué ha ocurrido?
Le contó lo sucedido en la carpintería, pero en lugar de reaccionar con la preocupación y consternación que esperaba, Ash pareció encontrar la historia tremendamente divertida.
—Pobre Zac —dijo sonriendo—. No me extraña que estés de un humor de mil demonios. Bien, no puedes culpar a Nessa.
—¿No puedo? —preguntó Efron con acritud.
—Sólo es su primer día y le llevará algún tiempo familiarizarse con el entorno.
—Su primer día —replicó Zac— y el último. Ash, quiero que se vaya. Lo digo en serio.
—No entiendo por qué encuentras a Vanessa Montez tan desagradable. —Ash se apoyó en la silla con una expresión de curiosidad que enfureció a Zac.
—Es una chica inexperta, que no sabe nada sobre el teatro.
—Todos hemos sido inexpertos alguna vez —replicó Ash y le dedicó una mirada un tanto burlona—. Todos, excepto tú, claro, que debes de haber salido del seno materno sabiéndolo todo sobre el teatro...
—No pertenece a este mundo —la interrumpió Zac—. Ni siquiera tú puedes discutir ese detalle.
—Quizá no —admitió—, pero Vanessa es una jovencita dulce e inteligente que, sin duda alguna, se encuentra en algún tipo de apuro. Quiero ayudarla.
—La única manera de ayudarla es devolverla al sitio de donde procede.
—¿Y qué pasa si está huyendo de una situación de peligro? ¿No te preocupa por lo menos un poco? ¿Ni siquiera despierta tu curiosidad?
—No.
Ash suspiró con desesperación.
—Si no la dejamos trabajar aquí, quién sabe en qué circunstancias puede llegar a encontrarse. Si lo prefieres, le pagaré el sueldo de mi propio bolsillo.
—¡No dirigimos una casa de caridad, maldita sea!
—Necesito una ayudanta —digo Ash—, la necesito desde hace bastante tiempo, y Vanessa es justo lo que preciso. ¿Por qué te enerva tanto?
—Porque ella... —Zac cerró la boca de repente. El problema era que la chica le molestaba por razones que no alcanzaba a entender. Quizá fuera porque se mostraba ridiculamente franca y desprotegida... La antítesis de su propia naturaleza. Le hacía sentir incómodo porque le recordaba todo lo que no quería ser, todas aquellas cosas que, no sin esfuerzo, había cambiado de sí mismo. Sin embargo, no era su intención divertir a Ash con semejante información. A Ashley siempre le había fastidiado que dirigiera su vida y sus emociones con aparente facilidad.
—Zac —dijo Ash con impaciencia, desistiendo de leer sus pensamientos—, has de poder dar alguna explicación.
—El hecho de que sea una tonta patosa debería ser suficiente.-- A Ash se le desencajó la mandíbula por el asombro.
—¡Cualquiera puede tener un accidente ocasional! ¡No es típico de ti ser tan mezquino!
—He dicho que se va y no quiero hablar más sobre este asunto.

—Entonces serás tú quien la despida. Estoy segura de que se me atragantarían las palabras.
—Yo no tendré tal problema—aseguró Zac—. ¿Dónde está?
—La envié a ayudar a la señora Lyttleton con los vestidos —contestó con brusquedad Ash, dándole la espalda y poniéndose a revolver un montón de papeles que había sobre la mesa.
Zac salió del despacho decidido a encontrar a la chica de inmediato. Cuando entro al despacho de la señora Lyttleton…..


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